Racing S.A. no tuvo buen final
Por Gustavo Veiga
En los últimos diez años, la mejoría más notoria que se comprueba en los clubes estuvo dada por la capacidad de movilización de sus socios e hinchas, que salieron a denunciar administraciones corruptas y dictatoriales, o que podían tener ambos componentes a la par. En junio de 2001, a Racing lo controlaba Blanquiceleste SA con Fernando Marín (foto) a la cabeza. La noche en que el equipo debutó bajo su administración comercial (perdió 1-0 con Talleres de Córdoba en Avellaneda) se distribuyó un texto que decía: “La actividad futbolística de Racing Club exige cuadros empresarios y profesionales de alto nivel y con dedicación exclusiva. Por ello, el gerenciamiento (creativa adaptación de la palabra inglesa management) de todo lo concerniente al fútbol del club por una empresa obligada a realizar esas inversiones e integrada por equipos de primer nivel es la única posibilidad de salida de la institución”.
Página/12 descubrió en mayo de 2005 quién estaba detrás de Marín: Mohammed Hussein al Amoudi, un jeque etíope que tenía una fortuna de 1500 millones de dólares y que, con una compañía afincada en un paraíso fiscal, controlaba la mayoría de las acciones de Blanquiceleste, junto a otra sociedad anónima radicada en Europa. Con todo, la empresa quebró después de gerenciar el club entre 2001 y 2008 y dejó un tendal de acreedores, con Reinaldo Merlo como damnificado, el técnico que sacó campeón a Racing después de 35 años de sequía.
No fue el único caso de un emprendimiento desastroso, más allá de ese título largamente festejado. Una buena parte del período 2001-2011 coincidió con los 14 años de Eduardo López en la presidencia de Newell’s, un dirigente que combinó la corrupción y la violencia en partes simétricas durante su extenso gobierno. Fernando Miele, quien zafó de un juicio por administración fraudulenta el año pasado por sus 15 años al frente de San Lorenzo, fue otro de los dirigentes omnipresentes durante el período que comenzó con aquel Plan Marshall para el fútbol del 2001. José María Aguilar llegaría un poco más tarde a ser presidente de River en diciembre de ese año, y lo reeligieron cuatro años después. El club todavía no salió del peor momento de su historia como consecuencia de su política de despilfarro y tolerancia a full con los violentos. Cuando Daniel Passarella lo sucedió dijo que su economía estaba en coma cuatro. Hoy debe más de 200 millones de pesos. Alrededor de 50 millones de dólares.
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